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9.TIEMPO PARA LEER. Páginas 158,159.

      

Buenos días clase. Hoy es día 12 de abril de 2021 y vamos a comenzar la semana leyendo un cuento titulado "La reina sabia".

Tenéis que tener en cuenta unas habilidades de lectura que os las pongo aquí porque aunque vamos a leer este cuento en clase , debéis también leer esta lectura en casa con vuestras familias. Leer en familia es algo muy especial y muy enriquecedor para todos. 

  Pues bien, vamos a ver estas indicaciones de habilidades de lectura y son las siguientes:

-Al leer en voz alta hay que prestar especial atención a los signos de exclamación. Estos signos se usan para mostrar sorpresa, alegría, indignación..., pero también se emplean para dar órdenes, suplicar o manifestar un deseo. 

-Clase de cuarto, otra cosa importante es que os fijéis en las intervenciones de la reina y leedlas con fuerza, elevando el volumen , en tono de mandato.  

DAMOS COMIENZO A LA LECTURA Y RECORDAD APLICAR ESAS HABILIDADES DE LECTURA. 


                La reina sabia


Un joven campesino 

llamado Eloy, volvía a sus casa después de vender en el mercado

 varias docenas de huevos morenos, un cesto de pimientos, dos robustas coles y veinticuatro zanahorias.





 


Por toda aquella mercancía había conseguido unas cuantas monedas que tintineaban alegres en su bolsillo. 


Se hizo de noche y, como su casa quedaba lejos , el campesino buscó un sitio donde dormir .Antes de tumbarse entre unos matorrales, colocó con cuidado las monedas bajo una piedra. 


A la mañana siguiente, cuando fue a buscar las monedas.... ¡habían desaparecido! 


El muchacho rompió a llorar.

 Lloraba desconsolado, sin esperanza.



 Tanto y tan alto sollozaba 


que varios vecinos lo oyeron y se acercaron a consolarlo. 



Tarea inútil. El afligido Eloy era un mar de lágrimas. 



-¿Que voy a hacer ahora? -se lamentaba entre suspiros. 

Nada podía parar su llanto y, al cabo de un rato, los vecinos se cansaron de tanto lloriqueo y empezaron a burlarse de él. 

Como en aquel lugar nunca sucedía nada, el caso llegó a conocerse en el mismísimo palacio. La reina decidió ayudar al muchacho y ordenó que Eloy fuera conducido a su presencia. 

-¡Esta tarde, en audiencia solemne, analizaré el caso! -dijo. 


A la hora acordada, comenzó la sesión. La sala estaba abarrotada. Habían acudido Eloy y todos los vecinos: hombre, mujeres, niños, niñas, dos gallinas... ¡Hasta cuatro cochinillos recién nacidos que una granjera llevaba en una cesta! No cabía ni un alfiler. 

Cuando apareció la reina, se hizo un respetuoso silencio. 

-He oído que no paras de llorar. ¿Y todo por culpa de una piedra...! -dijo la reina. 

Algunos de los presentes comenzaron a hablar por lo bajo y a burlarse del muchacho imitando con gestos su llanto. 

-¿Que nadie se ría! ¡Silencio! -pidió la reina-. ¡Y ahora... haced pasar a la sospechosa del robo! 

En ese preciso instante un servidor del palacio hizo entrada en la sala con una piedra polvorienta sobre un mullido cojín rojo de ribetes dorados. 


Todo el mundo miraba la escena sorprendido: ¿una piedra era la sospechosa? 

-Sabemos que eres la culpable. Confiésalo -dijo la reina mirando a la piedra. 


Hubo un murmullo de asombro en la sala y una aguda risita burlona se oyó por el lado derecho de la cuarta fila. 

-¡Silencio! -volvió a ordenar la reina-. ¡Quien se ría será multado! Y, dirigiéndose a la piedra, retomó el interrogatorio. 

-¡Vamos, piedra, dinos dónde están las monedas! -exigió la reina. 

Desde la parte de atrás sonaron ecos de risas ahogadas .

Y la reina insistió:

-Confiesa, ¿Cómo lo hiciste..?

Entre el público, rojo como un tomate , con los mofletes apretados para no reírse, el herrero estalló en una sonora carcajada que rompió el silencio. 

Dos segundos exactos tardó la risa en propagarse.

 Enseguida un estrépito de carcajadas se apoderó de la sala. 

Hasta el mayordomo que llevaba la piedra temblaba de risa. 

Las gallinas asustadas por el alboroto corrían sin rumbo; los cochinillos comenzaron a gruñir...

-Os lo advertí -dijo la reina-. Pagaréis una multa,. Cada uno pondrá dos céntimos en esta cesta. 

Y como una carcajada bien vale dos céntimos, los vecinos rieron cuanto quisieron hasta desahorgarse. Y céntimo, va, céntimo viene, la reina reunió una cantidad idéntica a la que había perdido Eloy. 

¿Y qué hizo la reina? Pues darle el dinero al muchacho. ¿Todo? Todo, menos dos céntimos porque... ¡él también se había reído! 

Y así fue como aquella reina tan sabia consiguió con una simple piedra devolver la tranquilidad al muchacho y hacer pasar un buen rato a sus súbditos. 

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