El monte era una fiesta
De este lado del río vivían el coatí, el tigre y mil animales más.
Y del otro lado del río vivían el mono, el león y mil animales más.
Y en medio del río había una isla con un naranjo grande.
El tigre y el león discutían hasta ponerse verdes poque cada uno decía que era el único que podía dormir la siesta bajo ese naranjo.
Una mañana el tigre llamó al coatí corredor.
-Amigo, coatí, el león que vive del otro lado del río anda diciendo que allí hay un monito al que nadie puede ganar a correr.
-Es amigo mío. Muchas veces jugamos juntos.
-Sí -dijo el tigre-, pero tú eres más rápido. Hay que terminar con las pretensiones de ese león y le he hecho una apuesta.
-¿Qué apostasteis?
-Que haríamos una gran carrera con un gran premio y, como vamos a ganar nosostros, tendrá que buscarse otra isla para dormir la siesta y el monte será una fiesta.
-¡Qué divertido, una carrera del tigre contra el león!
-No, no... Los que vais a correr sois tú y el monito.Y les vamos a mostrar que somos los mejores.
Y llegó el día de la carrera.
El avestruz dio la salida.
El monito corría bien. El coatí dejó que sus patas corriesen solas y se puso a pensar.
Y se acordó de cómo jugaba con el monito, pero ahora había que correr y ganar. El monito ya estaba un poco cansado y el coatí seguía tan fresco. Estaba seguro de que ganaría, le pondrían una corona de flores y todos lo mirarían admirados.
Entonces sintió que se ponía rojo. A él no le importaba quién dormiría la siesta bajo el naranjo.
La cuestión era entre el tigre y el león. ¡pero el que estaba corriendo era él! Corriendo como un tonto contra un monito con el que quería jugar. Y sintió rabia. Miró para atrás, vio el monito y entonces se sentó.
El monito frenó.
-¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan rojo?
-Porque no me importa quién se quede con la isla.
Y el monito dijo:
-Me parece que a mí tampoco me importa.
-Pues lo que vamos a hacer es bss bss bss -dijo el coatí.
-Eso me gusta y bss bss bss.
-Sí, pero...
-¡Claro! Y bss bss...
Y hablaron algunas cosas más.
A lo lejos se oían los gritos de protesta del tigre y el león, pero ellos no les hicieron caso.
Se dieron la vuelta y se fueron contentos.
Y aunque los dos perdieron la carrera y el gran premio, ahora que el tigre y el león estaban revolcándose de rabia sin saber qué hacer, ahora sí que el monte era una fiesta.
GUSTAVO ROLDÁN
El monte era una fiesta. Loqueleo(adaptación)
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